miércoles, 6 de octubre de 2010

Ícaro

Es cierto que no era un hada y menos de las encantadas,
Pero necesitaba su cuento más de lo que una mente pudiera imaginar.
No quería ser otra joven más que construía inmensos castillos en el aire,
Mientras reflexionaba si debía de renunciar a una sagrada y lacerante verdad.

Veintiún años cantando en lento sosegando al silencio.
Era obligatorio cerrar de una vez aquellos insomnes ojos,
De inapropiadas miradas que representaban demasiado.

Antes meditaba en exceso sobre si el tormento era romántico
Más donde dejaba eso a los placenteros colores del tierno amanecer
Acariciando y envolviendo afectuosamente al oscuro azul del cielo.

Quien mato primero al otro,
Imprudentes actos muy mal calculados,
Sombras proyectadas en las paredes de una casa abandonada,
Sospechas de veleidosos sentimientos que no se concibieron para amar.

Ciega y abatida sibila con el núcleo agonizante de un órgano de entrañas mutiladas,
Un corazón agónico que es incapaz de bombear sangre al resto de su marchito cuerpo,
Es el cadáver vivo y errante que vaga a través de las miles de historias, leyendas y fabulas.

Dónde acabó esta enmascarada fantasía,
Ella seguía sin ser un hada, carecía de alas,
Era el nuevo Ícaro acercándose al sol,
A un sol que se alejaba de una nueva mañana.


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