viernes, 17 de septiembre de 2010

Desconocido epílogo

Cómo puedo encontrar el camino de vuelta al hogar,
Si miro al cielo
Y la luna permanece bajo la más absoluta oscuridad
Y en sangre bañada.

Me muevo entre la bruma siguiendo el sonido de una voz,
Me seduce en la noche,
Aunque se oculta detrás de la parte más peligrosa de la razón.

Siniestra y delicada estatua de mármol,
Preciosa bailarina de una bonita caja musical,
Me estas conquistando aun sin estar presente,
En esta opera para un público de corazones destrozados.

El protagonista es un alma traicionada y deteriorada,
Dividida en tantos pedazos que muestran su fragilidad,
Son las piezas del puzle que estas recomponiendo,
Y yo soy el fantasma tras el antifaz del secreto sin desvelar.

Debo de apartar el gran telón del escenario.
Y permitir que la función de comienzo aun sin director,
Esa música vuelve a sonar
Y esta vez más alto ante mis propios ojos y oídos.

Eres la cura y eres la droga,
No hay escape para esta adicción,
Me estoy alejando demasiado de la ahora inalcanzable salvación.

Esa música me arrastró atrayendo a mi instinto animal.
En esta obra de teatro creada para deleitar prohibidas pasiones,
Entre una amplia baraja de diferentes máscaras y mortajas.

Cegador sueño que me mantiene prisionero,
Bajo esa silueta iluminada por la luz nocturna.
Ángel cantor permíteme seguir soñando
Embriagado por tu hermosura.

Epopeya de una primavera inesperada,
Florecen entrelazadas las flores,
Ausentes e ignorantes del desconocido epílogo.

No puede ser tan perfecto
Quizás yo ya haya atravesado las puertas del paraíso.


miércoles, 8 de septiembre de 2010

El andén 21

Me encontraste al final de la estación,
En el ande veintiuno
De la línea hacia ninguna parte,
Mientras el tren comenzaba a partir.

Un número, una mascara y nada más.
Comenzando con la primera letra del abecedario.

Cuando el sol brilla tan fuerte
Es porque pienso en ti.
No hay nubes en el cielo,
Desde que te conocí.

No fue sólo casualidad, lo sé,
Fue el destino,
Estaba escrito en nuestro sino.

Deja que el sol brille así de fuerte,
Desármame cada día con tu sonrisa.
No es sólo una canción, es la realidad,
Eres mi peor adicción y mi mejor antídoto.

Es una enfermedad de la mente que afecta al corazón,
Un sentimiento que me consume y controla mi interior.

Todo cuanto he vivido y me ha ocurrido,
Me ha traído hacia el tren de este andén.
Pasaron las horas entre la puntualidad de los horarios,
Más por suerte, he llegado a tiempo para no perderlo.

Nunca es demasiado tarde.
Este es nuestro momento,
Soy el maquinista y no pienso frenar.

Y allí te encontré en la línea del andén veintiuno,
Esperándome en la estación aquel día treinta y uno.