lunes, 19 de septiembre de 2016

Giro Inesperado

Manuel conducía su coche por una solitaria carretera, a una velocidad considerablemente rápida, los arboles del linde del arcén pasaban fugaces, iluminados por las luces largas del automóvil. Eran aproximadamente las dos de la madrugada y él solo pensaba en llegar pronto al hotel que le esperaba cerca del puerto de la bella costa gaditana.

Los folios de trabajo situados en el asiento del copiloto, encima de unas hilera de finas carpetas, bajo el teléfono móvil, con la función en ese momento de pisa papeles, parecían moverse inestablemente con la brisa que entraba por la rendijas de las ventanillas delanteras. Manuel los miró y pensó en el proyecto que tendría que presentar, en la nueva sala de reuniones de la nueva empresa que lo había contratado, sin embargo no quiso pensar en trabajo y aburrido por la programación de la radio, cogió un CD de música de la guantera y lo introdujo en la disquetera del aparato electrónico, subió el volumen y volvió la vista a la carretera, entonces una fugaz sombra se cruzó delante del coche e hizo a Manuel dar un giro brusco e inesperado al volante, llevándolo directo a un fuerte choque frontal. De repente, todo se volvió negro, Él había perdido el conocimiento y se encontraba en una carretera perdida en medio de algún campo en alguna región del sur de España, con el coche empotrado entre varios árboles del linde del asfalto.

Cuando él consiguió despertar, debían de haber pasado aproximadamente unas cuatro horas porque cuando alzó la vista a la luneta principal totalmente rota, levantando el rostro del airbag ensangrentado, vio que los tonos del cielo pasaban de un azul oscuro casi negro a tonos más claros, anaranjados y rosados. Cuando consiguió sentarse erguido, pudo notar el sabor de la sangre y sentir como un hilo de ésta le caía por la frente. Se desabrocho el cinturón de seguridad y cogió un paquete de pañuelos, abrió la puerta y sintió su cuerpo entumecido, salió del coche dejándose caer en la tierra húmeda por el rocío de la mañana, en el suelo, con la espalda  de cara a éste, abrió el paquete de pañuelos, tomó varios de éstos y los presionó encima de su ceja derecha y en la comisura de su labio superior. Permaneció allí tumbado durante minutos, intentando dejar que el mundo parase de dar vueltas.

Al cabo de un rato consiguió estabilizarse un poco y decidió levantarse, al hacerlo, cuando estuvo en pie, frente al coche, vio que este había quedado para el desguace, había sido un milagro que no se hubiese matado en el accidente, por suerte solo tenía contusiones leves. Manuel entró de nuevo en el coche directo a coger el teléfono móvil. En el momento que estuvo dentro pudo observar las piezas sueltas del teléfono junto con los papeles en el suelo de la parte delantera. Aquello no tenía arreglo y encima para colmo se encontraba solo, perdido y sin poder pedir ayuda a nadie.

Salió de la masa de hierros que antes era el automóvil y se dirigió a la carretera. Una vez allí, miró al centro de la calzada. En ella se hallaba una masa de sangre y carne de un rojo oscuro impactante. Manuel nunca había visto tanta sangre junta y tras ver aquello se sintió peor de lo que ya estaba, pero aun así, siguió el rastro que continuaba hasta el otro lado del pavimento. Él esperaba con toda su alma que aquello no fuese un hombre que pasase por allí, que hubiese estado de caza o dando un paseo, y entonces para su consuelo, lo vio, un ciervo enorme con el vientre desgarrado, la escena era demasiado dantesca para Manuel, que nada más saber que la figura que se cruzó en su camino no era más que un animal, volvió junto a lo que quedaba de su coche, y allí se sentó en el borde del arcén a esperar si pasaba algún coche, algo que creyó improbable pero que podía intentar mientras descansaba y recuperaba un poco de fuerzas.


Pasaban los segundos lentamente y los minutos se hacían horas, Manuel desesperaba cada vez que miraba el reloj de muñeca, sin embargo, en uno de los instantes que miraba el reloj, oyó un ruido al principio de la carretera, acercándose a una velocidad rápida, cuando alzó la vista, observó que se trataba de un coche blanco, y cuanto más se acercaba más detalles podía ver, se trataba de un coche patrulla. Manuel se colocó casi en el centro de la carretera haciendo señales con los brazos extendidos. El coche redujo la velocidad y se detuvo al lado de Manuel. En él se encontraban dos agentes que se bajaron nada más parar. Atendieron a Manuel y al ver que tenía solo heridas superficiales no llamaron una ambulancia, los tres subieron en el coche patrulla, uno de los policías habló con él mientras el otro conducía. El agente le dijo que  lo dejarían en un pueblo llamado Alconas de los Santos, al parecer era el más cercano al lugar del accidente, también le contó que eran el relevo de los antiguos policías que se encontraban, al parecer cada mes los renovaban.                                                                   

Tardaron unos treinta minutos en llegar al pueblo. Una vez allí, el coche fue pasando por las calles del pueblo a velocidad reducida. En ellas habían casas blancas con alegres jardineras, también habían algunos pequeños supermercados y uno o dos bares. En el coche, el agente sentado en el asiento del copiloto se giró de cara a Manuel y le dijo que patrullarían el pueblo para saber que todo estaba en orden, porque no podían dejarlo en la comisaría ya que los únicos agentes del pueblo eran ellos, él estaba tan relajado y cansado que no se opuso a ello. Manuel creyó que estaría bastante rato en el coche, pero para su asombro estuvo solo quince minutos más en él, el pueblo era muy pequeño y lo que vio al principio también era el final. El pueblo estaba estructurado como una tela de araña en la que todo giraba alrededor de una gran plaza central. Ya habiendo patrullado, se fueron directos a la comisaría.

Durante todo el trayecto hasta que llegaron al edificio, Manuel observó que las calles estaban totalmente desiertas. Algo ocurría allí y él comenzó a pensar que debió de haber caminado en dirección contraria, en vez de quedarse esperando a ayuda.
En la comisaría, una vez dentro, fue llevado a una sala de espera, uno de los policías le dijo que podía llamar en la pequeña cabina telefónica que estaba al final de la sala. Manuel no se lo pensó ni un segundo y fue directo a llamar una vez terminó de hablar con el policía.

Marcó el número del jefe de su departamento en la empresa, también muy amigo suyo. Primer tono, comunicaba, segundo tono, volvía a comunicar, tercer tono, seguía comunicando y Manuel comenzaba a desesperarse, cuarto tono y justo al acabar éste de repente se oyó un fuerte pitido agudo en la línea, Manuel apartó lejos de su oreja el aparato y lo miró extrañado, quizás fuese de la línea, el pueblo estaba rodeado de montañas y la señal podía fallar. Llamó a su hermano, y ocurrió lo mismo, volvió a llamar, pero esta vez a un compañero de trabajo, y volvió a ocurrir lo mismo, al cuarto tono comunicó y luego sonó el sonido agudo. Uno de los policías entró en la sala irrumpiendo en el estado ausente y asustado de Manuel, el cual recibió la entrada con un pequeño susto, Manuel le contó lo ocurrido y el policía le explicó que en una de las montañas cercanas había una base militar y a veces fallaban las comunicaciones y algunos aparatos electrónicos, aquello desanimó mucho a Manuel, sin embargo pensó que podría conseguir un coche y largarse de allí, le preguntó al policía si podría conseguir uno, y éste le dijo que podía resultar difícil, ya que había muy poca gente que tenía coche y la que lo tenía no se desharía de él, tampoco había ninguna tienda de venta o alquiler de autos, solo un pequeño taller y allí tampoco vendían. Manuel se sintió peor de lo que ya estaba, cuanto tiempo tendría que quedarse allí.

Se sentó en el pequeño sofá de la sala de estar de la comisaría. Sintió como el cansancio se hacía con cada parte de su cuerpo y sus ojos cada vez se iban entornando más.

Una fuerte explosión resonó en la sala, Manuel se levantó de golpe, se había quedado dormido y no sabía que estaba pasando. En la calle se oían tiroteos por doquier, acto seguido se escucharon gritos, Manuel no sabía cómo reaccionar, su primer acto fue tirarse al suelo, desde el suelo se fue deslizando hasta la ventana más próxima, se puso a agachas y alzó la mirada por una de las esquinas, lo que vio tras los cristales le hizo creer que tenía que estar dormido y era una pesadilla, no podía ser real. Habían militares por todas partes disparando a civiles, éstos ensangrentados caían al suelo gritando, volvían a levantarse y salían a correr, la dantesca escena parecía sacada de una película de serie B.

Un golpe brusco reventó los cristales de la puerta de la entrada, una mujer se encontraba tirada en el suelo sangrando por la zona de la clavícula, Manuel no podía creer lo que veía, ella volvió a levantarse dejando en el suelo un charco de sangre, sus ojos negros como la noche escaneaban la habitación, no tardó en encontrarle, lo miró fijamente por un instante, gritó, de su voz salió un sonido agudo y a la vez afónico, y luego dirigió su mirada a la puerta que había tras de él y comenzó a correr en esa dirección, a pesar de ello, desde la puerta sonaron dos disparos directos a la mujer, éstos impactaron en el blanco haciendo estallar su caja torácica. Tres hombres con corazas y máscaras de gas entraron en la comisaría, vieron a Manuel y se acercaron a él apuntándole con sus fusiles de asalto en posición defensiva, uno de ellos se acercó a Manuel mientras los otros dos seguían apuntándole, el hombre levantó los parpados de Manuel con sus manos enguantadas en látex, observando sus ojos, y luego le agarró con una mano en la barbilla haciéndole girar la cara de izquierda a derecha.

Tras unos segundos, aquel hombre dijo "Limpio" a sus compañeros a través de la máscara de gas, dando a su voz un tono mecánico. El hombre se dirigió a la puerta del final de la habitación con su fusil en alto, mientras que otro de los compañeros le cubría las espaldas, el tercer hombre permanecía delante de Manuel, cuando se acercó, levantó el arma y golpeó fuertemente la nuca de éste,  Manuel calló automáticamente al suelo.


Manuel sintió un fuerte pinchazo en su brazo derecho, abrió lentamente los ojos, vio como una pequeña jeringuilla se llenaba poco a poco de su sangre, siguió con los ojos entornados mientras a su alrededor veía como podía a varias figuras con batas blanca que se movían de un lado a otro cogiendo pequeños tarritos y hablando mientras que Manuel se encontraba tumbado en una especie de camilla-silla en la que se encontraba atado con unas correas de cuero y metal. Los médicos hablaban de los resultados de algo llamado proyecto 2.

            - Aún no me explico cómo pudieron escaparse varios de los animales, tuvimos suerte de que no fueran las aves.- Dijo el médico que sacaba la sangre de Manuel.

            - Lo peor ha sido la contención del proyecto, Alconas de los Santos ya no existe y ha sido todo gracias a la eficacia de este centro.- Contestó el que se encontraba más alejado con un tono sarcástico mientras recogía unos tarritos con etiquetas.
           
            - Podía haber sido peor de lo que fue, ahora la pregunta es ¿qué hacía este hombre allí? Se supone que Alconas era una zona cerrada.- Dijo el médico que cogía una nueva jeringuilla más grande y la clavaba en el brazo de Manuel.

            - Los informáticos están buscado información de él, lo que sabemos por ahora es que se llama Manuel Avellán y trabaja en publicidad, al parecer iba a una conferencia sobre el efecto de la publicidad en el consumidor. Encontraron su coche en las afueras de Alconas, estaba destrozado, lo curioso es que se topó con un ciervo.- El médico que ordenaba los tarros fue interrumpido por una enfermera.

            - ¿Un ciervo? ¿De la serie 3?.- Dijo ésta. El médico asintió y ella prosiguió con la conversación. - ¿Y en qué estado se encontraba?-

            - Estaba reventado, chocó de canto con el coche, el cuerpo está en el centro pero no estamos autorizados para su autopsia, solo los que son L 5 tienen acceso a ello, el caso ha abierto una herida en el centro. Clay y yo, creemos que ya estaba herido de antes del choque, estamos casi seguros de que podría ser la causa de la infección de Alconas, el ciervo herido pudo ir a beber al río e infectar a la población, los niveles del agua daban positivos. Ahora se mantiene todo en cuarentena. Ésta es la explicación más razonable, el problema es que no fue el único animal que se escapó.- Respondió el médico que llevaba los tarros con ayuda de la enfermera a un armario de cristal.

Manuel abrió los ojos al pensar en el ciervo y en todo lo que había ocurrido, el médico que antes le sacaba sangre y estaba sentado junto a él mirando a sus compañeros por la conversación, miró a Manuel y vio que éste ya se había despertado, le dijo nada más verlo, que estuviese tranquilo que no tenía por qué preocuparse y que ahora le darían la solución a sus problemas y que pronto podría irse a casa, sin tiempo a que Manuel contestase o reaccionase, el médico ya estaba inyectando en su brazo una sustancia naranja eléctrico en su hombro. Manuel sintió como sus parpados pesaban más y más y oía cada menos la voz del médico diciéndole que estuviese tranquilo que toda la pesadilla había terminado.

Dos meses después, en una habitación metálica con un habitáculo romboide de cristal, de metro y medio de ancho y de dos metros y medio de altura, lleno de un agua carmesí, situado en el centro de la sala, se encuentra un cuerpo encerrado en su interior, apenas reconocible, lleno de tubos pequeños, que se unían y enlazaban con el cuerpo, encadenado a unas sujeciones en las paredes del habitáculo.


En medio del cristal se encontraba una pequeña placa metálica, brillante y dorada, con el número 0-2078 D, y seguido de éste, el nombre de Manuel Avellán Rivas.