Yo solía ser el Romeo que buscaba
presto a su amada Julieta,
Sin embargo, di en este camino
con demasiadas malas hierbas.
Aquel día creí ver esa flor,
Esa rosa carmesí que prendó a mi
corazón,
Fue la rebelión para convertirme
en sumiso esclavo,
Apresado y subyugado con sus
cadenas de frío estaño.
Se alza
un crepúsculo como el que vimos aquel ayer,
Mientras
observamos las luces de nuestro refugio improvisado.
Caminábamos
por la ciudad con el viento acariciando nuestra piel,
Con el
monumental edificio blanco de hormigón ante nuestros pies.
Qué caiga
el telón con los bellos reflejos de azul cobalto,
Las
estrellas son los focos de este espontaneo escenario.
Somos los
protagonistas de este peculiar amanecer,
La luna
no es la única espectadora de este secundario acto.
Qué
importa si creía que todo aquello que sentía por ti era amor.
No recuerdo las veces que me perdí por las curvas de
tu cuerpo,
Mucho antes de que la oscuridad fuese desterrada
Por las prematuras luces del vergonzoso sol.
Las
palmeras guardianas de la exótica avenida,
Inconscientes
de una inesperada situación.
Los
pescadores a la vera del mar con sus redes y navíos,
Inconscientes
de una inesperada disposición.
Tu
sonrisa fue el aliciente,
Y tu voz
fue la melodía que hizo cabalgar a mi corazón.
Las aves
formaban flechas adornando el cielo junto al mar.
Se
cometieron muchos errores pero aquella noche fue especial.
Vimos a
los barcos del industrial puerto partir.
Y como
lentamente se iba disipando la oscuridad.
Aquella
noche no quería estar en otro lugar
Que no
fuese junto a ti en nuestro Sídney particular.
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