jueves, 15 de abril de 2010

Bienvenido al Jardín del Bien y el Mal

Yo siento luego existo
Y todos guardamos bien ocultos
Nuestros auténticos secretos.

Tan solo son las confesiones de un alma inconsciente,
¿Eres acaso mi amada flor carmesí?
Gloria y depravación, poder y esclavitud.

El trueno irrumpe en la noche
Como un invitado inesperado y descortés.
Acompañado por los acordes rotos de una sinfonía
En el antiguo jardín del bien y el mal.

Una parte de tu alma está ligada a mi canción
Y bajo su compás
Dibujaría hasta los fulgurantes fuegos de un rojo amanecer.

Una danza de resplandecientes luces en la lluvia
Hipnotizan a mis temores más profundos.
La clásica figura esculpida en mármol
Es un celestial concierto destinado al infierno y al pecado.

Me guías entre las densas sombras de la noche
Como si yo fuera un pájaro volando en libertad.
Y el sol se alza acallando los vientos de tormenta,
Filtrándose como un ladrón entre las ramas espesas.

Una aleteante libélula sobre el agua estancada,
Realiza su función dándole al paraje un toque de magia.
La figura está envuelta por el estival jazmín como una hiedra,
Mitigando el hediondo hastío de dichas aguas turbulentas.

Es la escultura que reposa en el arrullo de un lago,
Oscura como la noche y blanca como la luna,
Es el reflejo intangible de un espejo hechizado
Pero es tan vital como la respiración misma.

El poder y la magnitud de su presencia,
Acongojan a mi acorazado y afligido corazón.

Ella es el velo protector de mi existencia,
La flor más reluciente de toda esta naturaleza,
El secreto enmascarado de un oscuro jardín deslumbrante,
Desvelado por las pasiones mortales de dos extraños amantes.



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