Todas las lágrimas que he podido llorar
Son las que ahora inundan mi paraíso,
La ferviente tormenta ha amainado
Dejando a la lluvia protagonista del ocaso.
El suelo de esta tierra esta cubierto e impregnado
Por un sombrío manto de resbaladiza escarcha.
Y esta codiciosa nieve no permitirá a ninguna flor
Sobresalir por encima de ella y hacer brillar al sol.
No hay héroes en esta historia,
Ellos hace tiempo que quedaron abandonados
Al amparo de la noche.
Nada es para siempre y el inquieto cupido lleva los ojos vendados.
Los finales de cuento se escriben con una afilada pluma
Cuya tinta es la sangre vertida por todo el sufrimiento
Que causo la herida de aquella diestra flecha elaborada por el amor.
Cómica tragicomedia de esta vida,
Pantomima para un atormentado corazón.
No puedo pretender
que el cielo no este cubierto de inestables nimbos,
Y que la mística bruma no haya caído nublando mi camino.
Quien quiere vivir una eternidad
deambulando por esta recóndita senda,
Entre las pesadillas que te acechan
desde la incertidumbre de las tinieblas.
Es la travesía de un buque fantasma
En un océano formado por los lamentos
De un alma sumergida en el clamor de la tempestad
Corroída por un dolor torturador y funesto.
Quedando encadenada a una colosal ancla
En las profundidades del oscuro y vasto tártaro,
Sin profecías que puedan esperanzar al subyugado esclavo
Dentro de su prisión de alabastro.
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